lunes, 5 de septiembre de 2011

NOTA PREVIA, ADVERTENCIA, RECOMENDACIÓN, PETICIÓN Y CONTACTO


NOTA PREVIA

El contenido de este texto es reproducción del publicado en 1978 con las siguientes referencias:

ISBN. 84-7188-104-7

Imprime: Editorial OPE Ctra. N II Km 49 Guadalajara

Deposito legal: Gu. 210/77

Y para que conste en esta versión digital, decir que:

Acabóse de Imprimir este libro titula­do: "PREGUNTO POR EL SILENCIO", el día 14 de enero de 1978 en los talleres tipo - litográflcos de la "Edito­rial OPE" en Guadalajara (España).

ADVERTENCIA

La obra original ha sido maquetada nuevamente para facilitar su publicación electrónica en un blog del Poeta Emilio Rodríguez, ha cambiado la portada, la contraportada, el número de páginas y, consecuentemente, el Índice.

RECOMENDACIÓN

Dado que la edición original está agotada, el autor autoriza a sus lectores a reproducir esta obra para uso personal, con el ruego de que se cite su procedencia.

PETICIÓN

Si algún lector quedase especialmente complacido con la lectura de PREGUNTO POR EL SILENCIO, puede manifestar su satisfacción entregando un pequeño donativo a cualquier organización dedicada a mejorar las condiciones de vida de los habitantes de este mundo.

CONTACTO

Los lectores que deseen ponerse en contacto con el autor de este libro pueden hacerlo escribiendo a su dirección electrónica poetaemiliorodriguez@gmail.com

ÍNDICE

ÍNDICE

PRESENTACION

I - PREGUNTO POR EL SILENCIO

TENGO FE EN LA SOLEDAD

ESTA VOZ DE LA MIRADA COMO UN RIO

ANDAR ES CONSTRUIR LA VIDA

UN VACIO QUE ME HUYE

PREGUNTO POR EL SlLENCIO

VOCES DE SILENCIO ME DECIAN

SOLO PARA MI MUERTE

REGRESO DE LA CALMA

VECINO DEL ROSAL Y DE LA LLAMA

PEREGRINO DEL ALBA

NOCTURNO HACIA MIS PASOS

EL LLANTO Y EL CAMINO

CONTENIDO DE MIS DIAS

ATARDECIO MI AMOR Y AUN ES DE DIA

II – REBECOS HORADABAN LA MAÑANA

EPITAFIO DE LOS MESES

OTOÑO DE LA VOZ

LO QUE SE DE LA NOCHE

CENTINELA DEL NUBLO

INVITACION AL MIEDO

REBECOS HORADABAN LA MAÑANA

PAISAJE INTERIOR

EL PEREGRINO

ELEGIA DE ARCILLA

RECONQUISTAR LOS DIAS

VERANO O RECUERDO

HERMANOS DE LOS ÁRBOLES

DEL MORIR AHORA

CEMENTERIO

RAICES DE MI VOZ

LAS HORAS SEMBRADAS

EL CANTARO ROTO

MEMORIA DE TU VOZ

AQUELLA HORA

SILENCIO PARA DECIRTE

PRESENTACION

Emilio Rodríguez escribía versos en la universidad. En los cursos de periodismo. Probablemente también los es­cribiera antes, en el seminario, en su convento de dominico, Y quizá en As­turias, donde nació. Emilio se sentaba en las últimas sillas de clase o en los úl­timos bancos corridos, junto a las ventanas. Sus versos, a finales de los años sesenta, ya tenían "campo" Y árboles; fundamentalmente abedules.

Entre Pamplona (citaba a Antonio Machado en los sermones) Y Guadalajara (hacía máscaras primitivas y pin­taba paisajes) estuvo en París algún verano. Se trajo un libro bajo el brazo, que ha despreciado algunas veces. Di­fícil de repescar. Hablaba de asfalto y de tejados y de lluvia. Era un París tranquilo, de media tarde, con algunos estallidos de violencia.

También hubo un libro de "carbón" asturiano. Era un volumen bronco y negro, lo que es fácil de decir. Pero había personas, movimiento; diálogo.

Luego llegó Guadalajara, o un Con­vento-Imprenta a cinco kilómetros de Guadalajara, de espaldas a la vía del ferrocarril y frente a la Alcarria. Ha­bía una hermosa llanura que surcaba un río lleno de piedras y que recortaba un "talud de conejos". El edificio, jun­ta a la carretera, era monumentalmen­te prosaica, frío, sin rincones. Pera ha­bía un perro que estaba loco, y una huerta, y una gran habitación-inver­nadero, y pasta de papel para hacer fi­guras, y dibujos, y una ventana (la su­ya) que daba al campo, y libros (Proust, Lowry...) Y discos (Sinatra, Streissand, ritmos sudamericanos...) y ya no había nada de prosaico en todo esto. Y Emilio escribió docenas de poemas que nadie leyó (algunos de las cuales se recogen en este libro).

Guadalajara fue fundamental, a pesar de que la capital no sea la ciudad más bonita de España. De hecho, esta­ba el campo en todas partes. Guadala­jara fueron años de paseos. Años; an­tes de que se trasladase a Salamanca.

Este libro de Emilio, es Campo y sa­be a Campo, y adolece de un cierto regusto por perderse en el meollo de las poesías; por irse de lo que estaba con­tando. Pero hay versos hermosísimos dedicados al recuerdo y a la muerte. Y hay versos importantes, en las que los árboles se mueven y el campo es campo hasta la médula. Y hay versos en los que Emilio establece el diálogo y entran ganas de ser interlocutor.

Pero hay que leer este libro en si­lencio; a media tarde; un día en el que el cielo esté blanco.

La muerte es una constante, porque es un libro que se muerde la cola y es de muerte. La muerte está en todas partes, asomando sus mil cabezas. Es una muerte redonda; que empieza en muerte y termina en muerte. Con es­peranza en las entretelas. Con ganas de salir corriendo. Con miedo. (Qué raro que Emilio escriba de muerte cuando él es un hombre tan alegre). Es una muerte ruin. O lo sería si de pronto, sin avisar, no se salpicara Dios aquí y allá. Un Dios a final de poema, como escondido. Pequeño y gravitando de improviso sobre esta muerte tan sucia, tan insistente y tan sin sentido.

La supuesta solución está en el re­cuerdo; en un pasado que no es nada; que carece de vida. Quedan imágenes que se persiguen, calientes, vividas, re­visadas en una constante de silencio. Sí; es una realidad que se pierde en sí misma, a pesar de un intento de huida en las últimas poesías. Vaya. Pero es un dejarse comer por la nostalgia, en­tre Versos hermosos, rotos a veces, her­mosísimos, que no deben ser olvidados.

Joaquín Madina Loidi

I - PREGUNTO POR EL SILENCIO

TENGO FE EN LA SOLEDAD


I

Morir en una playa

cuando enero,

cuando el viento haya olvidado

las pisadas.

Morir besando el cielo,

de rodillas,

cuando está gritando el mar,

mientras me duermo,

mientras vuelvo a despertarme,

mientras sigo pensando

que la muerte no es verdad.

Morir con el alma abierta y

en las manos

el gusto de una ausencia.

Con todas las caricias aprendidas,

con espigas que, de pronto,

casi flores,

con un sabor a sal en todo el pecho.

No es verdad que exista el odio.

No es verdad que existan

noches tristes

ni cárceles de voz, ni cielos

masticables.

Morir sobre las flores,

sobre el agua,

sobre una arena en paz,

mientras los pájaros

trasladan la tristeza.

Morir con ansiedad, con toda el alma.

Mientras me peino

y me pongo la esperanza

como un traje

que nunca habré estrenado.

Mientras vuelvo

de un camino que no anduve,

y estoy cierto

de que es el buen camino.

Morir en una playa

cuando el sueño

no llega todavía. Cuando es fácil

imaginar que estoy despierto.

II

Tengo fe en esta tristeza,

en esta soledad,

en este miedo.

Tengo fe en el largo frío,

en el silencio que asciende

de la nada, si las cosas

nos observan por los ojos

hacia adentro.

Bajo un cálido fulgor,

bajo una calma,

con una luz de luna derramada,

es fácil despedirse,

es fácil olvidarse, por 10 menos.

Tengo fe en esta tristeza

porque es mía.

Porque la he sepultado muchas veces

y la encuentro

al final de cada sueño.

Tengo fe en este silencio

que los árboles me ofrecen.

Tengo fe en todas las piedras,

en todas las heridas.

en las más largas distancias,

en las manos

de los muertos.

Junto al túnel de la noche

o la escalera que sube

de los días.

Junto al río amanecido,

junto al tronco estaré en guardia,

por si llega la muerte

y no había nadie

velando su regreso.

Por si viene fatigada, por si tiene

rencor entre los huesos.

Por si he muerto

y no lo sabe el aire todavía.

ESTA VOZ DE LA MIRADA COMO UN RIO


Andando entre una noche

y una noche, construimos

la distancia

total de nuestros días.

La única distancia

entre dos puntos de sangre

y, sin embargo,

la más cierta, la que siempre

se nos muere.

Superando cada instante

podríamos llegar

hasta la voz que nos señala,

como se llega al final de cada río,

a la imagen

difícilmente cierta

de una fuente.

Andando entre una noche

y una noche, vencemos

la batalla de ceguera

que nos hace posible seguir siendo,

reptar a contraluz

con la esperanza.

La nada es un final

inalcanzable.

Solamente lo que está

bajo los siglos,

lo que nadie ha podido destruir,

aunque pensara muchas veces

haberlo destruido,

puede darnos la clave

de esta calma.

El triunfo está siempre

más distante

de todo lo sublime

que el único minuto real

en el que un niño

puede decir "eternidad"

con voz prestada.

Las cosas no se miden por si mismas

con pasos de existencia

ni con horas de estancia

en una espera.

Las cosas no tienen una edad,

es nuestro envejecer

lo que las marca.

Pero esta eternidad también se muere,

y sólo nos queda la verdad

como un trazo de silencio

más allá de las palabras.

El tiempo entre una noche

y una noche,

puede ser un ensayo de certeza,

un signo de que el miedo

no es el único motor

de nuestras aguas.

ANDAR ES CONSTRUIR LA VIDA


A veces regreso tan arado

que la noche me resulta insuficiente

para una tumba mía,

sólo mía.

A veces, se me vuelven las manos

arrozales,

y tengo por la piel tantas hogueras

que no puedo morir

de solo el peso.

Las piedras que me hieren

son palabras

nacidas acaso de los niños.

Palabras sin sabor,

sin otra orientación

que la distancia.

Se rompen, de pronto, como besos

y me hieren

en todas las direcciones de la sangre.

Conquistar la soledad

no es suficiente,

pero un paso hacia adelante

es siempre mucho más

que cualquier grito.

Es más que las cadenas

de un insomnio, o variación

de la esperanza.

A veces regreso de tan lejos

que encuentro vacía la ciudad

y solamente

un viento semejante a la costumbre

mantiene con vida

las ventanas.

Los seres que me pisan

no son más que pensamientos,

ideas construidas a medida

de la propia soledad.

Lo único cierto es el descanso,

la muerte de la mente aniquilada por el peso

de las luces.

A veces regreso tan lejano

que me muero buscándome a mi mismo

entre los restos

que han podido revivir

al calor de los recuerdos.