lunes, 5 de septiembre de 2011

ANDAR ES CONSTRUIR LA VIDA


A veces regreso tan arado

que la noche me resulta insuficiente

para una tumba mía,

sólo mía.

A veces, se me vuelven las manos

arrozales,

y tengo por la piel tantas hogueras

que no puedo morir

de solo el peso.

Las piedras que me hieren

son palabras

nacidas acaso de los niños.

Palabras sin sabor,

sin otra orientación

que la distancia.

Se rompen, de pronto, como besos

y me hieren

en todas las direcciones de la sangre.

Conquistar la soledad

no es suficiente,

pero un paso hacia adelante

es siempre mucho más

que cualquier grito.

Es más que las cadenas

de un insomnio, o variación

de la esperanza.

A veces regreso de tan lejos

que encuentro vacía la ciudad

y solamente

un viento semejante a la costumbre

mantiene con vida

las ventanas.

Los seres que me pisan

no son más que pensamientos,

ideas construidas a medida

de la propia soledad.

Lo único cierto es el descanso,

la muerte de la mente aniquilada por el peso

de las luces.

A veces regreso tan lejano

que me muero buscándome a mi mismo

entre los restos

que han podido revivir

al calor de los recuerdos.

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