Para Joaquín Madina, que comprende esta tristeza.
Convocaré un concurso de avellanos
para hacer más veraz la primavera.
Convocaré los ríos y los arroyos
cargados de mensajes del invierno
en sus barbas de llanto y de guitarra.
Desnudaré la piedra más antigua
para buscar en ella las palabras
perdidas al paso de la siembra.
Plantaré abedules en la niebla,
a orillas del camino sin retorno,
para que puedas verlos en la noche
si vuelves a través de los sembrados.
Convocaré a las águilas que vieron
tus pasos en la nieve y tu mirada
domadora de ciervos y de cumbres.
Detrás de la puerta está dormida
tu figura de hiedra, tu cansancio
de tatos siglos en vela, de tan largos
inviernos solitarios, de tu miedo
al reino temblador de los fantasmas.
Convocaré un congreso de avellanos
para estudiar el agua y los helechos,
para entregar tu cuerpo a las corrientes
que recorren la tierra y que nos nacen
de pronto, sin sonido, entre las manos.
Centinela del nublo, tu recuerdo
esculpido en granito, se nos yergue
sobre torres de harina y de pizarra.
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