No soy buen conductor
de soledades.
Por eso las pisadas se me borran
sin saber hacia qué isla
puede huir un hombre muerto.
Busco ríos en la infancia,
el tiempo en que la paz
no era posible,
porque el odio
no había puesto batalla
a la sonrisa.
Traidor será mi nombre,
si es posible
tener un nombre propio
cuando espigas de palabras
nos llenan como charcos.
Traidor o ilusionado,
o bien amante de silencios.
Pues no habitan
tantas muertes en un hombre
como pueden despertar
en la cosecha,
cuando otoño y muchas piedras,
cuando gritan las ciudades
porque sueñan que los ríos
las asesinan.
No existe un mercado de vocales
para hacernos un lenguaje
a la medida de los días.
Pero están los colmillos
y los ojos.
Existe la plegaria.
Todo lo demás no tiene nombre
no forma parte
de las cosas
que nos han mirado un día
II
Traidor será mi nombre,
pero es cierto
que resulta más cercana la sonrisa
si es antigua.
Pues no acaba la paz
con estar muerto
ni son estos caminos la medida
de toda soledad.
Traidor será la voz,
la voz, que muerde
con los perros de la tarde,
y nace así otra vez
cuando florecen
los álamos perennes de la risa
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