lunes, 5 de septiembre de 2011

TENGO FE EN LA SOLEDAD


I

Morir en una playa

cuando enero,

cuando el viento haya olvidado

las pisadas.

Morir besando el cielo,

de rodillas,

cuando está gritando el mar,

mientras me duermo,

mientras vuelvo a despertarme,

mientras sigo pensando

que la muerte no es verdad.

Morir con el alma abierta y

en las manos

el gusto de una ausencia.

Con todas las caricias aprendidas,

con espigas que, de pronto,

casi flores,

con un sabor a sal en todo el pecho.

No es verdad que exista el odio.

No es verdad que existan

noches tristes

ni cárceles de voz, ni cielos

masticables.

Morir sobre las flores,

sobre el agua,

sobre una arena en paz,

mientras los pájaros

trasladan la tristeza.

Morir con ansiedad, con toda el alma.

Mientras me peino

y me pongo la esperanza

como un traje

que nunca habré estrenado.

Mientras vuelvo

de un camino que no anduve,

y estoy cierto

de que es el buen camino.

Morir en una playa

cuando el sueño

no llega todavía. Cuando es fácil

imaginar que estoy despierto.

II

Tengo fe en esta tristeza,

en esta soledad,

en este miedo.

Tengo fe en el largo frío,

en el silencio que asciende

de la nada, si las cosas

nos observan por los ojos

hacia adentro.

Bajo un cálido fulgor,

bajo una calma,

con una luz de luna derramada,

es fácil despedirse,

es fácil olvidarse, por 10 menos.

Tengo fe en esta tristeza

porque es mía.

Porque la he sepultado muchas veces

y la encuentro

al final de cada sueño.

Tengo fe en este silencio

que los árboles me ofrecen.

Tengo fe en todas las piedras,

en todas las heridas.

en las más largas distancias,

en las manos

de los muertos.

Junto al túnel de la noche

o la escalera que sube

de los días.

Junto al río amanecido,

junto al tronco estaré en guardia,

por si llega la muerte

y no había nadie

velando su regreso.

Por si viene fatigada, por si tiene

rencor entre los huesos.

Por si he muerto

y no lo sabe el aire todavía.

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