lunes, 5 de septiembre de 2011

VOCES DE SILENCIO ME DECIAN

"Vecino Dios, si a veces te molesto

con duros golpes en las noches largas,

es porque apenas te oigo respirar... "

R. M. Rilke

I

Cuando el mar se me sube por la espalda

y un sabor de

carne triste me llena

la ausencia de los besos,

te busco en los rincones

y en los árboles azules

del cansancio.

Te busco en toda el agua.

Los párpados me sangran

de tanto escalar aire.

Me olvido de mi mismo

hasta vaciarme,

hasta hacerme sólo aliento,

el miedo interrogante de andar

aunque esté quieto, prendido

en la sorpresa o en la calma.

Detenido en los espejos

que se apagan y no saben

por dónde muere el día.

Otra vez me vuelvo y me derramo

en el sólido sabor de los vocablos.

Me estiro y me desprendo

como uno que no sabe

la logitud impávida del día,

lo fiero y delicado

que resulta seguir estando vivo.

Desvelo algunos sueños

y los extiendo al sol como pañuelos.

Los dejo sobre el verde

y me prometo

descifrar toda la muerte.

Prometo subir a los balcones

y pisar los vencejos

que nacen de las torres, cuando el miedo

nos cierra las puertas del rocío.

II

La noche se deslíe en amapolas

y un ciprés como una lengua

me ha nacido entre los dedos.

Quizá no sea un árbol solamente,

pero me ha saltado encima

cuando andaba el horizonte

en busca de las fuentes de la pena.

Oigo el cielo bajar hasta mis labios

con sonido de piedras

y con brazos

semejantes a la lluvia.

Oigo el mar que se retira

y deja el día

lleno de pisadas.

Te busco porque sé que aún esperas

como un tallo bajo el agua.

Como una piedra gris que se utiliza

para hacer mi sepultura.

Soy la hoja sin color

que el viento no devuelve

porque es aire también

y ya no puede

tener recuerdos de árbol.

Quizá amanezca un día lentamente

y pueda verte. Pueda mirar tu pie

cuando me dejas

y se apaga el dolor. Cuando

has estado bebiendo de mi fuente y celebrando

esta risa que me nace como un hijo.

Mientras vuelven las flores

yo te busco. Mientras puedo saber

que la muerte es una puerta.

Porque sé que con mis pasos

se ensaya tu regreso

cuando el viento y mi palabra

responden al mismo interrogante.

El silencio parece una respuesta,

una sílaba redonda,

cercana y masticable

como el pan, como la noche,

como el barro

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