lunes, 5 de septiembre de 2011

ESTA VOZ DE LA MIRADA COMO UN RIO


Andando entre una noche

y una noche, construimos

la distancia

total de nuestros días.

La única distancia

entre dos puntos de sangre

y, sin embargo,

la más cierta, la que siempre

se nos muere.

Superando cada instante

podríamos llegar

hasta la voz que nos señala,

como se llega al final de cada río,

a la imagen

difícilmente cierta

de una fuente.

Andando entre una noche

y una noche, vencemos

la batalla de ceguera

que nos hace posible seguir siendo,

reptar a contraluz

con la esperanza.

La nada es un final

inalcanzable.

Solamente lo que está

bajo los siglos,

lo que nadie ha podido destruir,

aunque pensara muchas veces

haberlo destruido,

puede darnos la clave

de esta calma.

El triunfo está siempre

más distante

de todo lo sublime

que el único minuto real

en el que un niño

puede decir "eternidad"

con voz prestada.

Las cosas no se miden por si mismas

con pasos de existencia

ni con horas de estancia

en una espera.

Las cosas no tienen una edad,

es nuestro envejecer

lo que las marca.

Pero esta eternidad también se muere,

y sólo nos queda la verdad

como un trazo de silencio

más allá de las palabras.

El tiempo entre una noche

y una noche,

puede ser un ensayo de certeza,

un signo de que el miedo

no es el único motor

de nuestras aguas.

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