Como un perro, la voz, se me ha dormido
en sueño de amapolas
y de cardos.
Están presentes ahora, en este instante,
los arroyos y todos los trigales
que pusieron soledad
en nuestros ojos.
Todos los cuentos tristes y las voces
que nos dieron en el rostro
y nos dejaron
llena de flores rojas la mirada.
En este río de escombros
en que vamos
hacia las luces del ocaso,
están todos los vientos
y todas las pisadas.
Están las puertas tibias que la nieve
adorna con cruces y metales.
Cuando el arco de la tarde
es una espada rota y una cuerda
segada por los dientes de la muerte.
Cuando llora el abedul sobre los besos
y una lechuza llama,
con voz negra,
a las sombras lejanas de los viejos.
Campanas desmayadas me repiten
las palabras gastadas por el tiempo.
Desde ahora y para siempre
estaremos cercanos a este día
en que el hielo nos entró por las costillas
como un hierro manejado
por un loco.
Nos quedan muchas horas de camino
hasta llegar a un cielo
y unas aguas
que no lleven dibujado este momento.
Nos han pisado las ruedas de los carros
y tenemos los huesos tan molidos
que nos duele hasta la voz.
Arrojado a la arena de ese trance,
con las zarzas creciéndome
en el vientre,
me pongo de rodillas para verte
y sentirte por la piel
como una niebla
ahora construida para siempre
FIN
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