(A Ricardo C. Tapia, amigo desde siempre.)
Si quieres saber por dónde
va la voz cuando sale de ti
y se hace piedra
que dejas caer dentro del agua.
Si quieres saber adonde va el silencio
y dónde están las sombras
que eran noche,
sólo tienes que asomarte
a los balcones.
Sabrás cómo florecen los racimos
que gustan a los muertos.
Pero no hay una escalera
para el tiempo
y nosotros no sabemos de esto
casi nada.
No puedes pedir ayuda al diccionario,
ni siquiera a la cartilla
de la infancia,
donde está la mejor sabiduría,
la de antes de nacer,
la que aprendíamos debajo de las mesas
cuando el maestro no miraba.
Si quieres saber por dónde
se nos aleja el sueño
y cómo se mantienen los árboles
que nadie puede ver,
tendrás que sacudirte el polvo
de los siglos,
mientras llaman a la puerta
las voces de otros días,
las que saben hacernos hombres
de repente.
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