Si quieres saber algo de la noche
yo puedo contarte cómo anduve
sonámbulo y herido por las pálidas
manos reblandecidas de la niebla.
Si quieres saber algo de ti mismo
pregunta a las lechuzas que vigilan
los puentes de la sombra y hojas secas
a este lado de la tierra de los muertos.
Los ríos crepusculares se despiertan
y aúllan como lobos entre el vaho
nacido de los ojos, de las manos,
del vientre irregular de las montañas.
Se acuestan los yunques y me pesa
en los hombros el olor de hierro frío.
Cuando hayan emigrado los martillos
y el sonido marcial de las abejas
produzca enredaderas y rosales
en el hueco sombrío de los arados,
podremos regresar de nuestra huida
y ver el nacimiento de los sauces
Si quieres conocer la doble vida
que llevan los perros y los pájaros,
regresa conmigo hasta las cúpulas
construidas por el miedo y las arañas.
Collares de junco y cimitarras
de hiedra enrojecida por el viento
detienen en los labios y en las sienes
el pulso endurecido por el vino.
Cuando se hayan borrado los cristales
y pueda el árbol contarnos su odisea,
volveremos descalzos por el cielo
para hacer una ruta sin palabras.
Detrás del viento azul, con los arroyos,
con el rumor mecánico del tacto,
están sonando aún suaves trompetas
que llaman al silencio del otoño.
Rotura umbilical de nuestros dedos
con las piedras agudas del pasado.
Descanso de la voz y de las algas
mordidas por solanas de trigales.
Construcción de palomares elevados
sobre nubes del color de las heridas,
sobre rosas de blanda persistencia
con perfil acicalado de lagartos.
Sé tanto de la noche que podría
relatarla por años sin cansarme.
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