lunes, 5 de septiembre de 2011

OTOÑO DE LA VOZ

A mi hermano Valentin.

Las viñas se visten de noviembre

y el agua de los cántaros

se muere.

Se van quedando fríos los tejados

y resuena el granizo

en nuestra frente,

a tambores de guerra

o de silencio.

Los blancos abedules de la tarde

descienden en escuadras

y se quedan

mirando los espejos cuando rompen

en las piedras desnudas

del arroyo.

Vestidos de calma y de aguacero

subimos a este monte

hasta perdernos.

Subimos con la ofrenda de una noche

herida de palabras,

con un pájaro ahogado

entre las manos.

Cristales de llanto y hojas vivas

que un día nos cayeron

de los labios.

Otoño de la voz y piedras rotas

aroman de ceniza

los senderos.

Cataratas de sal y hierbabuena

nos traen el olor a ropa y sueño

guardado en el regreso de los buhos

al árbol cenital

de nuestra espera.

El cielo de cosecha es una lámina inmóvil

y surcada por el rayo

con sonido rojizo

de puñales.

Doblamos la esquina del mañana

cargados con el peso

de la duda.

Escrito en los párpados tenemos

un largo relato de misterio grabado por la oruga

de los sueños.

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