lunes, 5 de septiembre de 2011

UN VACIO QUE ME HUYE


Definir una flor a un silencio

no siempre puede ser

tarea humana.

Definir lo que no muere con nosotros,

la que llega hasta el final

de una alegría

se puede conseguir

mirando al agua.

El hambre es una pena construida

con piel de muchos días,

con un sabor a piedra

que armoniza

la intensa lejanía de su cauce.

El hombre es una muerte reducida

a esclavitud, un muro blanco

en que se escribe

una historia de señales

sobre el tiempo.

Definir una flor o un aire anónimo

no siempre es concedido

a nuestras labios.

Pera el hombre se alimenta

de misterio

y su voz es la sorpresa más cercana.

No se puede soñar de cada día

los mismos almenares,

las mismos adjetivas atrapados.

Pero estamos sobre el alba,

contra el cielo

de un acero muy concreto,

contra un aire que viene

de las siglos

sabiendo su lección.

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